Nos cansamos de todo y de todos en ciertos momentos de nuestras vidas, pero ¿Qué hacemos al respecto a esto? Para salir de la rutina, debemos tener el valor para salir de nuestra zona de confort y sacar una mejor versión de nosotros mismos, no importa a cuantas calorías debamos renunciar.
Nunca han escuchado del termino “hastiado”, sí lo han oído por ahí, saben y comparten que en un punto de nuestras vidas todos experimentamos esa sensación de fatiga, sea ante lo que pasa en nuestra intimidad, en la familia o hasta cuando un amigo simplemente no nos cabe en la ecuación. Molestos porque si o porque no, desgastarnos es algo tan común como que la luna salga de noche y el sol en la mañana.
Lo mismo pasa cuando consumimos azúcar, si piensan detenidamente lo que comemos y en cuántas cantidades lo hacemos tiene que ver con nuestra personalidad y de cómo nos sentimos con nosotros mismos y los demás , queremos tanto y llegamos a un punto que ese “más y más” nos daña por dentro, intentamos llenar algo que nos falta con lo que tenemos más cerca.
Lamentablemente no es sólo nuestra decisión de cuantas cucharadas de azúcar vamos agregarle al “tintico” en las mañanas, no es únicamente el discurso de que “Esto me ayuda a estar bien alerta en las mañanas”, puesto que hoy en día, hay tantos alimentos en la canasta familiar que poseen azucares y aditamentos procesados, que no sabemos realmente en que o en quién confiar la alimentación y salud de nuestra familia. Esto lo viven tanto adultos como niños, puesto que el trajín del día a día, la poca disposición que tenemos para cocinar nuestros alimentos y que no pensamos dos veces antes de destapar un paquete de X producto, hemos logrado que el consumo diario de azucares sea en 274 kilocalorías y no las 180 que están reguladas en las dietas de los colombianos desde el 2015.
Tenemos el chip de mirar la información nutricional y la preocupación no nos dura como lo que estos endulzantes y aminoácidos hacen durar esos productos, esos empaquetados tienen un 50 % de azucares que hacen más adictivo para nuestros paladares y los conservan para que la tentación pueda agarrarnos, si un día no lo hace, seguramente tendrá otra oportunidad más adelante.
Termino esta pequeña carta de la misma manera que la empecé, si sabemos que nos hastiamos, nos cansamos de la rutina, las mismas situaciones y hasta de las personas ¿Por qué no podemos cansarnos de lo que comemos? Nos debería fatigar lo poco o nada que nos cuidamos, sonará a regaño de mamá, porque inevitablemente lo es. Deseemos lo mejor para los que más queremos y jalar las orejas de vez en cuando hace parte de eso, así que cada vez que tengas un antojo pregúntate si realmente lo vale.
Sebastián Pico Chica/ Comunicador social y Periodista
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